Hace unos años hicimos un estudio de viabilidad para un cliente sobre un proyecto de extracción de oro. Esta persona tenía muchas ganas de emprender y más ganas aún de duplicar su inversión en poco tiempo.
Estaba a punto de embarcarse en un negocio del que apenas sabía nada, y había tomado esa decisión porque alguien le comentó que era un sector en auge que ofrecía gran rentabilidad.
Una situación que hemos visto a menudo, sobre todo durante la crisis del 2008, en la que muchas personas en busca de una solución a sus problemas económicos, emprendían allá donde se auguraban suculentos beneficios.
Elaboramos su estudio y la reacción del cliente fue sorprendente.
El negocio del oro
Imaginamos que habrás oído hablar de la fiebre del oro. Fue un fenómeno social que surgió en California allá por el año 1850 y que hizo que unos pocos privilegiados amasaran grandes fortunas.
¿Suerte o estrategia? Seguro que ambas cosas
Muchos de los emigrantes que fueron a California a trabajar en la explotación de las minas procedían de Sudamérica. Quisieron replicar el modelo de negocio en sus países de origen, pero muy pocos lo consiguieron.
Esas minas terminaron por cerrarse, pero con el tiempo se volvieron a activar y a tener nuevos propietarios.
Nuestros clientes habían adquirido una concesión de 100.000 m2 de un antiguo lavadero de oro en Chile. Querían dedicarse a la extracción y venta del producto, pero la realidad era que no tenían experiencia en el sector.
Un proyecto insostenible desde el principio
Nos contaron que habían realizado unos primeros números y que con un gasto inicial de 43.000 €, podrían extraer 3 kg de oro al mes, lo que les supondría unos ingresos de 60.000 € al mes.
Es decir, que el primer mes ya no solo amortizaban la cantidad principal invertida, sino que ganaban dinero, y en un año, rondarían los 700.000 € de beneficio tan solo empleando a dos trabajadores.
Así de primeras sonaba muy bien.
Poca inversión en recursos y una gran rentabilidad.
Sin embargo, uno de los socios quería un análisis del proyecto más detallado y nos encargó la elaboración de un estudio de viabilidad, para luego decidir si invertía dinero o no.
Primeros datos
Esto es lo primero que detectamos nada más comenzar el estudio:
1.- Que para poner en marcha una instalación de esas características y obtener una producción de 3 kg al mes, era necesario una inversión inicial de 120.000 €.
2.- Que el personal necesario (concretamente 7) y la maquinaria para el transporte y producción les supondría en torno a los 60.000 € mensuales.
Pero no solo eso.
Entre otros detalles, tampoco habían contado con el porcentaje de extracción real del lavadero, que el precio del oro fluctúa -y mucho- y que no solo se trata de extraer, sino de ver quién te va a comprar, y a qué pureza.
Además, una vez extraído el metal habría que transportarlo, negociar con el gobierno (al tratarse de un bien natural) y realizar infinidad de trámites burocráticos que también implicaban gastos.
Si querían que el negocio funcionase, debían invertir mucho más dinero para aumentar la producción y tener más recursos, para poder obtener beneficios a medio plazo.
Los números mandan, pero el cliente al final es el que decide
Cuando exponemos nuestros estudios a los clientes mostramos la situación real en la que se encuentra el proyecto, si es viable invertir en él o no, si es realizable, qué recursos son necesarios y por último, damos nuestra valoración.
A partir de ahí, el cliente tiene información suficiente para que pueda tomar una decisión con seguridad.
La experiencia nos ha demostrado que dejarse embaucar por cantos de sirena solo pueden llevarte al abismo total. Aun así, nuestro trabajo consiste en analizar y recomendar las mejores opciones.
El resultado fue que el socio más apasionado del proyecto no estaba satisfecho con los datos y cifras obtenidos, porque consideraba que no correspondían con la información que le habían facilitado los trabajadores de las minas.
Argumentaba que no conocer el sector nos impedía hacer una valoración más exacta.
Y es verdad, no somos mineros.
Pero los números tampoco entienden de oro, solo reflejan el análisis que se hace tras un proceso de investigación, documentación y consulta a diferentes expertos en la materia a tratar.
Es decir, que recabar información de la persona que se encarga de extraer el mineral está bien, pero tener una visión global a partir de la información que aportan todos los agentes implicados en el desarrollo de tu negocio, está mucho mejor.
Un error muy habitual a la hora de poner en marcha proyectos nuevos.
El éxito de un proyecto no depende de un único factor, sino de tener una visión general del negocio que te permita detectar los posibles problemas que pudieran surgir a corto o medio plazo.
Conclusiones y reflexiones
En los negocios, la pasión es fundamental, es el motor que te ayuda a seguir adelante en momentos difíciles, pero a veces la pasión ciega y es necesario tener la mente fría, aunque el corazón esté caliente.
En los estudios de viabilidad hay que buscar todos los fallos posibles que puedan producirse en tu negocio.
¿Qué no se presentan? Perfecto, pero si se diera el caso de que sí, tendrías los recursos y la información necesaria para hacerles frente.
Tras esta reunión estarás pensando que la decisión que tomaron fue la de abandonar, ¿no?
Pues no. Uno de ellos continuó con el proyecto contra viento y marea y perdió los 80.000 € invertidos.
Seis meses duró la aventura.
Para mentes frías con corazones emprendedores y un proyecto en ciernes, están dirigidos nuestros estudios de viabilidad.
Luego ya sabes, la decisión es tuya.